Preocupa de sobre manera el nivel de la discusión política que venimos observando en los últimos tiempos, la falta de argumentos para rebatir, el insulto permanente en las redes sociales, la poca tolerancia a las ideas contrarias, la falta de respeto y consideración a la persona; todo ello no es sino expresión de una cultura totalitaria, aquí no hay distinción, pues dicen llamarse demócratas, cuando lo que se ve y escucha no es más que diatribas; la falta de autocrítica de algunos líderes de izquierda y derecha, que con una postura de soberbia de refieren al otro solo para insultarlo, como si tuvieran la razón, como si serian los buenos y puros de la política. La practica y postura democrática implica el respeto de la opinión e ideas ajenas, sin que ello signifique aceptar o ser tolerantes con los insultos e intropedios; también significa argumentos, saber escuchar al otro, ser ante todo respetuoso, partiendo de la premisa que todos somos merecedores de dignidad humana.
Nuestra cultura, es resultado de una educación distorsionada, manipulada, con fuertes componentes totalitarios, donde no se propicia la autonomía de la persona y su respeto a la dignidad humana; pues todo parece que se nos quiere ignorantes, egoístas, autómatas, irrespetuosos, intolerantes, sin sentido crítico del entorno social, de esta manera se propicia la división entre todos y gana el interés mezquino y absurdo.
Hoy esta de moda decir para desacreditar al otro “rojete”, “terrorista”, “pulpin”, “caviar” términos que se promueve desde las más altas esferas de la política. Del mismo modo y desde el otro lado otro, se dice “ignorante”, “cabeza hueca”, etc. Estar en contra del indulto eres sindicado del primer grupo, si estas a favor del segundo grupo.
Es realmente sintomático lo que viene ocurriendo en la política nacional. Así de simple no son las cosas, pues retomemos aquellos episodios ejemplares de la historia de nuestro país, ya que no todo es oscuro y triste. Por ejemplo, en los inicios de la república, la discusión entre Sánchez Carrión y Luna Pizarro era de una elocuencia admirable, donde corrientes encontradas planteaban sobre la mesa sus propuestas debidamente argumentadas, sobre el modelo de Estado, la forma de gobierno, etc. La discusión entre Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, era realmente aleccionador, no vemos en ellos ese propósito de desacreditar a la persona con insultos, sino más bien son discusiones intensas, maduras, respetuosas, argumentadas, de cara al país.
No es cierto que la política es y debe ser carente de ética y responsabilidad, de ninguna manera, la política por la política, sin valores es cualquier cosa, pero menos política. En ese sentido, la política en democracia, significa el ejercicio respetuoso del intercambio de ideas, significa consensos y disensos, significa también propuestas con argumentos, significa diálogo, etc. Es todo lo contrario al totalitarismo.
Sin duda, la responsabilidad que puede tener un líder de un partido político sobre actos de corrupción no le vuelve cómplice al militante de dicha organización política, salvo que a sabiendas y con pruebas evidentes apañen tal situación. Por ello, hay que tener cuidado cuando se refiera a un partido político, pues se puede estar mancillando la honra de cientos y miles de militantes honestos.
El descalificar a alguien por el solo hecho de no gustarnos sus ideas, es una forma de persecución política, más aún si ello viene de las mas latas esferas del partido de gobierno, a ello se le conoce con el nombre de macartismo.
Debemos reconocer que nuestra Constitución encierra y promueve valores y principios democráticos y republicanos; sin embargo, lamentablemente no se enseñan como debe ser en las escuelas y colegios públicos y privados del país. Cruda realidad, pero cierta.
Se viene asumiendo la política como una guerra, entre dos o más fuerzas enemigas, donde todo vale; cuando en realidad de lo que se trata es de una contienda política, de una confrontación de ideas, de propuestas y programas en pro de una causa única: la grandeza del Perú.
Bajemos el tono de la confrontación, sin abdicar nuestras ideas, manteniendo la cordura y el respeto máximo, mirémonos y tratémonos como personas dignas.
Ricardo Velásquez Ramírez